martes, 30 de diciembre de 2014

Los principios perdidos



Últimamente, está surgiendo la pregunta de la ética de un sistema que permite que un corredor sancionado por dopaje pueda estar al frente de una organización de pruebas atléticas y cada vez con más localidades que lo contratan para que monte dichos eventos.

Creo que los corredores deberíamos plantearnos qué significa haber sido sancionados por dopaje. Dopaje se entiende como el uso de sustancias o métodos prohibidos en el deporte y su finalidad es vencer al/los rival/es mediante dichos métodos con la consecuente trampa. ¿Se imaginan a alguien que corra en una carrera popular por la calzada, pero en cada esquina pueda haber alguien más lento que lo supere subiéndose a la acera y que finalmente lo venza y, se da el caso, se jacte de decir la marca que ha logrado hacer? Esa trampa se hace evidente, ¿verdad? Pues el dopaje es lo mismo pero además con gente en que de sus puestos se deba también el acceso a becas, patrocinadores o beneficios económicos a los que, estos tramposos, pueden beneficiarse –¿no se denomina a eso robar?-.


Teniendo en cuenta lo expuesto previamente, ya no sólo es ética de lo que se trata.
La semana pasada, en Viladecans se organizó una carrera de 5km apoyada directamente por el consistorio de la localidad, además de amparada también por la misma Federació Catalana de Atletisme que lo nombró Campeonato Autonómico de 5km en Ruta, y a la cual fueron de la partida numerosos atletas, algunos internacionales y algún olímpico.

No quiero ir sólo a lo ético. Me quiero referir a los principios que nos mueven a participar en todos estos eventos. ¿Cómo me sentiría yo de participar –y hacer más grande la bola- en una prueba organizada por un atleta sancionado –y que, por tanto, ha tratado de robarme becas de forma ilícita? ¿Cómo una Federación otorga la potestad de organizar una Campeonato –haciendo más grande la bola, repito- de alguien que se ha demostrado engañando a un sistema? ¿Cómo un Ayuntamiento confía en esta persona para hacer más grande una prueba a cualquier precio moral? ¿Cómo otros clubs reconocidos, rodean y potencian la prueba con la participación de sus atletas –y hacer más grande la bola, vuelvo a incidir?

Desde mi visión personal, creo que no nos mueven principios y nuestras acciones no tienen ningún trasfondo moral o ético. Estamos en una sociedad donde todo se mueve por impulsos y nadie se pregunta nada sobre las repercusiones de sus actos pero hemos de tener claro que nuestras acciones siempre tienen unas consecuencias (hasta para escribir este texto).

Mañana, último día del año, iré a correr por Barcelona, junto a mi esposa, sin dorsal. Sé que lo harán miles de personas en una carrera organizada por una persona suspendida por dopaje que trató de engañar a los demás. Nosotros lo haremos con el afán de hacer deporte, sentirnos bien y disfrutar del último día del año como más nos gusta: ¡corriendo!

¡Ahhh! Y nos habremos ahorrado unos euros que podremos darlos a quién más los pueda necesitar. Eso ya serán nuestros principios.