martes, 31 de julio de 2007

Entre Klagenfurt y Venecia

Vuelo fugaz, desde El Prat hasta Venecia. Era sábado, ocho de la mañana y ya pisábamos suelo italiano. En el aeropuerto temimos que no llegara la bicicleta –sería un verdadero problema a la hora de competir-. Todo llegó perfecto. Alquilamos nuestro coche, un Fiat Punto, y acto seguido emprendimos camino hacia Austria.




En la autopista, camino hacia Klagenfurt


Salimos del aeropuerto por la autopista que lleva a Trieste y más adelante nos desviamos hacia el norte pasando por los alrededores de Udine. Por aquella zona, discurrimos por una zona montañosa de una belleza extrema. Seguimos camino y no tardamos en llegar a Klagenfurt en poco más de tres horas de camino.

Llegando a Klagenfurt nos dirigimos primeramente hacia la feria donde tendrían que darme el material para participar en la prueba (dorsales, gorros, chip, etc.). Allí encontramos a nuestros compañeros de club que habían ido en coche el día antes tras una paliza de diecisiete horas. Ellos llevaban por allí escasamente tres horas. ¡Y nosotros habíamos salido aquella misma mañana! Hay cosas que no dejarán de sorprenderme jamás.

El día previo fue día de preparación y comprobaciones


Por la tarde pasamos por el apartamento que habíamos alquilado a la familia Grausam, en ‘Pensión Iris’ y la señora Gerlinde que estuvo esperándonos. La familia Grausam, tiene preparada su casa con habitaciones independientes con tal de usarlas a modo de diferentes apartamentos. El nuestro era pequeño aunque más que suficiente para nuestras exigencias. Estábamos a pie del jardín lleno de flores, con mesa de madera para comer y un césped hermoso con una vista increíble del lago Wörthersee, el mismo en el cual nadaría al día siguiente durante el Ironman de Austria. Después pasamos la tarde con nuestros compañeros de club, que coincidió que estuvieron en el mismo pueblo. Con ellos comimos, cenamos y preparamos nuestras bicicletas de cara al día siguiente. Fue un bonito día de convivencia.

'Nuestro' jardín en la Pensión Iris. Bucólico, ¿verdad?


Al día siguiente, dedicado totalmente a la prueba, salida a las 7 a.m. y crucé la meta a punto de dar las 19 horas. Tras toda una dura jornada deportiva, cenamos en el apartamento de nuestros compañeros explicando nuestras diferentes aventuras personales.

La mañana del día I post-Ironman, pasamos de nuevo por la feria y nos dirigimos hacia Venecia de nuevo para pasar las dos jornadas que nos quedaban. Era el 9 y 10 de julio. Yo nunca había estado en Venecia aunque Marisol sí. Pude comprobar como aquella ciudad era tan peculiar con respecto a otras que vale la pena visitarla alguna vez.

Dejando el coche y el material deportivo en su interior, en un parking a la entrada de la ciudad, paseamos libremente por calles y callejones y plazas y puentes. Una sensación de relajación que ya nos teníamos bien merecidos. La estancia era de hotel, el Saturnia, y sin tenernos que preocupar por la comida. Habíamos llevado pasta hervida de casa previendo que en un momento u otro daríamos cuenta de ella. ¡Qué bien nos fue tener la comida lista para devorar!

Paseamos tranquilamente por esta ciudad. Sin prisa. Sin rumbo. Sólo pasear por pasear. Una de las sensaciones más relajantes de las vividas estos últimos meses.

Sol y yo en la 'Piazza San Marco' frente a la catedral


Canales que invaden las calles, peatones obligados a pasear casi pegados a las paredes de las casas, barcos circulando, taxis-barcas, ropas tendidas sobre las calles, por encima del agua de los canales, góndolas montadas por turistas transformados en ‘paparazzi’.

Tanto a Marisol como a mí, nos encanta perdernos por esos lugares, sobretodo por aquellas zonas a los que los turistas no están tan interesado en visitar. Nosotros sí disfrutamos perdiéndonos por esos estrechos callejones, por los que no podemos pasar uno al lado de otro cogidos de la mano. Y no se ve uno. Ni dos. Ni tres. Escudriñando por las ciudades, eres capaz de sentir la forma de vida de sus habitantes. Mejor eso que no que te lo expliquen y más estando en el mismo lugar.

¿Fotografía o pintura?... Yo no sé pintar... pero de Photoshop no voy mal...


Finalmente, el martes 10 de julio, a las seis de la tarde. Después de haber empaquetado de nuevo el material y pasado por el check-in del aeropuerto, regresamos a Barcelona en un placentero vuelo.

Han sido cuatro hermosos días que nos han servido para desconectar de la rutina diaria.



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